Las crónicas de la Peste NegraAgresores Sexuales

08.03.2019

Por: La Peste Negra

(Segunda parte)

La diversificación de los delitos, agresiones sexuales o de género, es muy amplia, y ello, es una de las grandes razones, por las cuales nuestras autoridades, no están a la altura de lo que nuestra sociedad requiere en materia de prevención y procuración de justicia en materia de delitos de género; el tratar de encuadrar una conducta delictiva, tan sólo a través de lo dictado por los Códigos Penales, y muchas de las veces, determinar de forma laxa, las comisiones criminales en materia de género o del orden sexual, hacen casi imposible, dar una adecuada solución al creciente y alarmante problema que aqueja a nuestra sociedad.

En nuestro país, no existe un solo nivel de gobierno, que cuente con un área específica y dedicada al análisis y seguimiento de conductas criminales relacionadas a delitos sexuales o de género; peor aún, no existe un área específica de control a las conductas criminales y a los agresores de género o sexuales.

Todos y cada uno de los agresores sexuales, no nacen de la noche a la mañana, son creados por un caldo de cultivo social, sicológico, económico y cultural en general, que permiten, desde los primeros actos o conductas, detectar tendencias agresivas de forma clara y contundente; es decir, si nuestro fallido sistema de procuración de justicia, hiciera caso, diera seguimiento y (el sistema de justicia en tribunales) diera sanciones y sentencias, aunque fueran menores, a aquellos hombres violentos que tienden a la agresión física, algunos desde los albores de la adolescencia, tendríamos elementos para darles un claro seguimiento. El 97 por ciento de los agresores en violencia física de género, comienzan agrediendo a las mujeres cercanas, llámense madres, abuelas, hermanas, tías o primas, en violencia que es fomentada por un comportamiento replicado de machismo exacerbado o de imposición de voluntades; del mismo modo, en la vida en pareja, el agresor comienza con comportamientos muy definidos de sobajamiento, denigración y golpes menores como bofetadas o tirones de cabello; si los Ministerios Públicos, hicieran la labor de recibir y procesar dichas situaciones ya mencionadas, se podrían prevenir al menos el 60 por ciento de las agresiones futuras y las cuales resultan mucho más graves.

La base fundamental del control narcisista, emitido por una persona violenta en esencia, es implantar la idea de que ninguna acción realizada por la o los sometidos, podrá prosperar, degradan la voluntad de la violentada, haciendo ver que no hay nadie sobre la faz de la tierra a quien le importe la violencia ejercida, idea que lamentablemente es reforzada por los corruptos e ineficientes Ministerios Públicos, quienes atienden menos del 2% de las denuncias que pudieran ser presentadas y que son desechadas por la propia voluntad del agente de fiscalías o procuradurías.

La impunidad no siempre viene acompañada de un acto de corrupción, muchas de las veces, la gran mayoría, los agresores de género o sexuales, encuentran la impunidad de facto en el perezoso e indolente comportamiento de los agentes de los ministerios públicos; cientos de historias de mujeres, quienes han tratado de denunciar por violencia, incluso sexual, son confrontadas al desprecio de un ministerio público que de facto "culpa" a la víctima por su forma de actuar o vestir y "provocar" el daño recibido, justifican los golpes con un: "Pos que le hiciste?" o las agresiones sexuales con un: "Pos pa que te vistes así, que no ves que solo provocas?"... seguido de un "Pos no se puede hacer mucho....." o un "Mejor vete pa la casa y al rato se arreglan, al fin que son problemas de pareja".... Esto es quizá, el primero de los más grandes problemas en materia de prevención y procuración de justicia; en donde, de nada sirven las miles de campañas mediáticas o las supuestas buenas intenciones de los gobernantes, ante una indolencia e indiferencia en la cultura del manejo de los delitos en las mesas de los Ministerios Públicos, donde ellos se vuelven amos y señores.

Poco a poco, trataremos de ir develando cada una las circunstancias que originan el gran problema de la violencia de género y los delitos del orden sexual, incluido el lacerante feminicidio; hablemos primero de los distintos tipos de agresores y algunas de sus evidentes conductas:

PEDERASTAS: Mal llamados pedófilos, (hago un paréntesis para aclarar) el pederasta es aquel que abusa sexualmente de un niño o niña, en tanto el pedófilo o paidófilo, es solamente aquel que siente atracción erótica hacia los menores, sin necesariamente siquiera acercárseles. Ambas conductas, pederastia o pedofilia, son reprobables, pero distintas en esencia. El pederasta, es aquel que lleva su deseo sexual por menores a la consumación y tiene un comportamiento muy definido, incluso a veces muy distinto o diferente al de un pedófilo. El pederasta tiende a acercarse a menores, ronda por parques, jardines, escuelas y centros donde exista una gran afluencia de menores, tiende a buscar empleos que le faciliten el acceso a niños. El pederasta es sicológicamente catalogado como un depredador sexual, razón por la cual, sus delitos son básicamente de oportunidad, observan y tratan de convivir en los entornos sociales de sus probables víctimas y cuando consideran tener la oportunidad, atacan. Son altamente narcisistas y como tales, una de sus herramientas es el temor, generan miedo en las víctimas a través de amenazas directas o contra seres queridos para que las víctimas guarden silencio.

Con lo arriba señalado, se puede entender que un alto porcentaje de víctimas de pederastas, conocen a su victimario y han sostenido contacto previo con el agresor; usualmente éstos criminales son familiares, profesores, conserjes de escuela o amigos de la familia, a quienes se les facilitó la cercanía con la víctima.

RECOMENDACIONES: Jamás dejar a pequeños menores de 13 años solos con familiares que hayan mostrado una sobre empatía con el menor, los pederastas siempre trataran de desvivir sus atenciones por su posible víctima, tratarán de pasar más tiempo con ellos e incluso llenarlos de atención y regalos. Educar a nuestros pequeños a nunca estar a solas con extraños; hacerles entender a los menores que aunque sea un profesor, un conserje de la escuela, alguien de mantenimiento o un vendedor de golosinas al que vean a diario y convivan con ellos, eso no los hace personas de confianza. Brindar la confianza necesaria a nuestros menores, para que a la primer señal de alarma, como intimidaciones o amenazas para guardar secretos, por parte de conocidos, sean platicadas a los padres o tutores, pero sobre todo, recordar que los pederastas, usualmente, son cercanos y conocen a las víctimas, por ello, redoblar la atención a quienes y bajo que circunstancias, conviven con los pequeños. (Continuará)

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